miércoles, 17 de junio de 2015

Consejos para elegir un detector de metales

¿Puede realmente existir un tipo de detector de metales que se adapte todas las necesidades de búsqueda?
La respuesta realmente depende de usted y de sus necesidades. Por ejemplo, algunas máquinas están específicamente diseñadas para detectar la más pequeña pepita de oro enterrada a 2 metros bajo tierra. Aunque ideal para un buscador de oro, una máquina como ésta podría no ser la más adecuada para un aficionado casual al que le gusta pasar los fines de semana en la playa con sus amigos o con sus nietos en busca de monedas.
La mejor manera de decidir qué detector es adecuado para usted es simplemente conociendo su estilo de búsqueda y las características de los detectores que son más importantes para usted. 
También es útil tomar en cuenta su presupuesto y decidir cuánto quiere gastar en un nuevo detector de metales antes de tomar su decisión final.
Establecer su precio ideal le ayudará a limitar la búsqueda y tomar una decisión un poco más fácil, eliminando funciones extra que puede que no necesite. A pesar de todas las atractivas características adicionales, muchas de ellas no son realmente necesarias.




Para empezar, usted puede hacerse unas cuantas preguntas sencillas respecto al tipo de detector de metales que es el adecuado para usted. 
Por ejemplo: ¿Cuánto tiempo va a pasar a la caza de tesoros enterrados? ¿Está en el nivel de principiante, o tiene más experiencia en la detección? Y por último: ¿Cuánto dinero quiere gastar en un detector de metales nuevo? Tomando todos estos factores en cuenta le ayudará a enfocar su búsqueda y a encontrar el detector de metales con las características que le resulten útiles.
La mayoría de las veces se obtiene lo que paga. 
Los detectores de metales no son una excepción. En términos generales, cuanto más dinero usted está dispuesto a gastar en un detector de metales nuevos, más características y más opciones tendrá. Más botones, simplemente significa que usted tendrá los medios para ajustar mejor su detector de metales a las condiciones locales en las que está la búsqueda y para el cazador de tesoros esto puede significar un día más éxito. Esas funciones extra podrían proporcionarle la ventaja necesaria para detectar algo enterrado excepcionalmente profundo que otras máquinas no podrían hacer.

Fuente: www.detectordemetales.org
 

lunes, 1 de junio de 2015

Paititi-El dorado, la ciudad secreta de los Incas

Es una de las historias más fascinantes de la mitología inca. Y es también hoy en día el enigma arqueológico más grande de Sudamérica. Un enigma que posiblemente se está a punto de resolver.
Según lo que se sabe gracias a las crónicas de la época y a las viejas y legendarias tradiciones, Paititi habría sido una ciudad inmensa que se encontraría escondida en alguna parte de la selva amazónica peruana. Es una ciudad que se buscó en toda Suramérica. Pero desde una cincuentena de años, las investigaciones se enfocaron hacia el sudeste de Perú, en Amazonia peruana. Lo que parece lógicamente, porque Paititi es atado al Incanato. Y el Perú moderno constituye lo que fue el corazón de este imperio: el Tawantinsuyu.

El inicio de la leyenda se sitúa poco después de la muerte de Atawualpa, el Inca reinante a la época de la llegada de los españoles (1532). El Imperio estaba entonces a su apogeo, pero desgarrado por una guerra civil entre Huascar, el heredero legitima del trono de los Incas, y su semi-hermano Atawualpa. Francisco Pizarro surge entonces. Éste aprovechando del estado de guerra civil en el cual se encontraba el Imperio, captura a Atawualpa. Preso de los españoles, el Inca propone, a cambio de su libertad, el pago de un tesoro fabuloso. Se compromete en rellenar de oro la sala del palacio donde es secuestrado, hasta la altura de su mano levantada, y de rellenar de plata dos otras salas similares, y en un mes. Pizarro, que era deslumbrado por las riquezas de Perú, acepta evidentemente la propuesta. El rescate del emperador comienza entonces a afluir en el campo español de todas las provincias del Tawantinsuyu. ¡Los cronistas de esta época hablan de verdaderas montañas de oro! Se dice que en la misma época una parte de la nobleza inca, tomando una red de ciudades secretas, habría encontrado refugio en la selva, en la ladera amazónica de Perú. Y es a propósito de eso que se pronuncia, desde los primeros años de la conquista, una palabra misteriosa: la de Paititi.


¿Se trataba de la cara escondida del Imperio inca, de un feudo secreto de los Incas? Ninguno lo sabe. Porque nadie encontró todavía jamás esta misteriosa ciudad perdida. Es allá también dónde habrían sido escondidos con urgencia todos los tesoros del Imperio. Por lo menos las de la región del Cusco, la capital imperial. Toneladas de oro y de magníficos objetos preciosos habrían estado en tránsito así de prisa hacia la selva. Ciertos cronistas hablan de veintimil llamas cargados de oro, conducidos hacia el este, por un destino desconocido, por la Coya, la esposa del Inca.
Varias crónicas hablan particularmente de una maravillosa "cadena de oro" que Inca Huayna Capac había hecho ejecutar para conmemorar el nacimiento de Huascar, el heredero legitima de los Incas, que Atawualpa, su hermanastro, hará asesinar. Esta yahuirka, cuya longitud estaba por lo menos de doscientos metros, tenía, dice, eslabones por muy mucho como el pulgar de un hombre. Garcilaso de Vega, un mestizo que pasó su juventud a Cusco, pretende que su peso era tal que doscientos Indios llegaban apenas a levantarle. Fue recubierta con plaquetas articuladas de oro que, simulando las escamas de la piel de una serpiente, centelleaban al Sol. Los conquistadores intentaron vanamente apoderarse de eso. Pero la leyenda cuenta que esta cadena inestimable de oro secretamente habría sido devuelta, por los indios mismos, hasta el reino del Grán Païtiti y echada en una laguna, acompañada por cantidades de objetos de un valor inestimable.


Se habla también de un fabuloso disco solar de oro, el Punchao, que reinaba antaño en la sala principal del Qorikancha, el Recinto de Oro, el Gran Templo de Cusco. Alto de cerca de cuatro metros, este ídolo anthropomorfico que representaba Inti, el dios Sol, reposaba en un zócalo que contenía, dice, los corazones pulverizados por los Sapas Incas. Era el santo de los santos, el objeto más precioso del Imperio. Perdemos su rastro después de 1572.
La leyenda de Paititi, lo vemos, pues esta muy atada a esta historia de rescate y de oro. Y es por otra parte todo el drama de Paititi. Porque la inmensa mayoría de los que buscaron, a través de la historia, esta ciudad perdida, fueron animados sólo por el cebo del oro. Pero Paititi es ante todo un tesoro... ¡arqueológico! Y es un gran patrimonio de la Humanidad.