Desde el descubrimiento en Amarna de su busto, el nombre de la hermosa reina Nefertiti ha fascinado a generaciones. Unos han buscado sus tesoros, otros han seguido el rastro de su momia. Las últimas pruebas del radar del equipo del egiptólogo Nicholas Reeves han demostrado «al 90%» la existencia de dos cámaras o pasillos tras las paredes de la tumba de Tutankamón, donde, según su teoría, estaría emplazado el sepulcro de una de las más misteriosas reinas egipcias. Pero su momia, sostienen numerosos egiptólogos, podría haber sido ya descubierta y descansaría, sin identificar, en las entrañas del Museo del Cairo.
La identificación de los cuerpos, pese al proceso de momificación que los salvó de convertirse en polvo y huesos, no es sencilla: las técnicas de ADN en estos cuerpos de más de 3.000 años de antigüedad no son concluyentes, por lo que en muchas ocasiones, los egiptólogos se basan más en escáneres CT u otros elementos externos, como inscripciones, teorías sobre la vida y la muerte de la momia en cuestión o incluso la postura en la que fueron enterradas.
El brazo izquierdo doblado sobre el pecho y el derecho a lo largo del costado, una postura en la que se colocaba a las reinas al morir, es uno de los aspectos en el que está basando sus últimas teorías sobre la reina Nefertiti el egiptólogo Zahi Hawass, que se resiste a abandonar su posición de protagonista–polemista sobre los nuevos descubrimientos en el país de los faraones desde que fuera depuesto como ministro de Antigüedades. Según admitió a este periódico, Hawass comenzó en enero la reconstrucción de las secuencias de ADN, haploides y diploides, de un par de momias encontradas hace décadas en la tumba KV 21 en el Valle de las Reinas para demostrar su teoría de que una de ellas es la legendaria faraona Nefertiti. Pruebas preliminares de ADN han demostrado –según este egiptólogo– que una de ellas, sin cabeza, podría ser Ankhesenamun. Es en la otra en la que centra sus esperanzas.
El ADN de las momias de la KV 21 será comparado con otros miembros identificados de la familia del faraón niño, como la de la reina Mutnodjemt, considerada la hermana o hermanastra de Nefertiti. Con esta convicción en la mano, Hawass insiste en que la teoría de Reeves, que prefiere centrarse más en la historia del sepulcro de Tutankamón, por el que la repentina muerte del faraón habría forzado la reutilización de otro ya preparado para algún miembro de su familia, «no encontrará nada más que un agujero en la montaña». «Por preservar la tumba [de Tutankamón] no habrá forma de probar su teoría. Reeves fue inteligente al decir que se trataba de Nefertiti, que es famosa, pero en 5 años sabremos que estaba equivocado», insiste a ABC, al tiempo que añade: «Equivocado como Joann Fletcher. Hace años todo el mundo creyó sus teorías sobre la momia de Nefertiti, se escribió mucho sobre el tema y luego todo quedó en nada».
En 2003, esta egiptóloga británica hizo pública su teoría de que una de las tres momias encontradas en la tumba KV35 podría ser Nefertiti, una revelación que atrajo las críticas de académicos y del propio Hawass, entonces ministro de Antigüedades, que le prohibió volver a trabajar en Egipto.
El anuncio fue un bombazo: «La Dama Joven» fue encontrada junto a otras dos momias en una dependencia de la tumba de Amenhotep II, la KV35, descubierta por el arqueólogo Victor Loret en 1898 en el Valle de los Reyes. Junto a la momia se encontró una peluca de estilo nubio llevado sólo por la nobleza a finales de la XVIII dinastía. Además, la momia tenía perforadas dos veces las orejas, una práctica no muy común atribuida a Nefertiti. Estas primeras señales, unidas a unas –todavía no concluyentes al 100%– pruebas de ADN llevaron a la joven egiptóloga a anunciar su teoría de que esa momia era la de Nefertiti, pese a la falta de inscripciones en la tumba que apuntaran en esa dirección. Según insistió la egiptóloga, esta ausencia de inscripciones apoyaba la teoría de que el cuerpo de Nefertiti había sido maltratado intencionadamente, como «reina hereje» que había sido. Su boca había sido destrozada y rellena de tela como castigo, para impedir que su alma viajara al más allá, en un proceso «lleno de odio» que solo podría justificarse en sacerdotes tradicionales, contrarios a la herejía monoteísta de su esposo, Akenatón.
«La reconstrucción que hicimos [Fletcher y Buckley] del rostro de la momia coincide asombrosamente con el busto de Nefertiti en Berlín. ¡Si la momia no es de Nefertiti, entonces tampoco lo es el busto!», añade Buckley.
El entonces ministro de Antigüedades egipcio, Zahi Hawass, atacó con dureza esta hipótesis y presentó unos análisis de las células mitocondriales que señalarían que la «Dama Joven» era en realidad la madre de Tutankamón, por lo que no podría ser Nefertiti, considerada tan sólo su madrastra.