La Isla de los Cocos, o simplemente la Isla del Coco como la conocen los buceadores-, es un legendario lugar del Océano Pacífico a unos cuatrocientos ochenta kilómetros al sudoeste de Costa Rica, país al que pertenece en la actualidad. Descubierta en 1526 por el navegante Joan Cabezas, desde el siglo XVII esta remota y solitaria isla empezó a adquirir fama de ser una fuente potencial de riquezas incalculables, una reputación que sigue viva, pues hay referencias históricas de que al menos los piratas ocultaron allí al menos tres tesoros o quizá más.
Uno de los primeros piratas que pasó por este pedazo de tierra fue el capitán inglés Edward Davis, que formaba parte del destacado grupo de bucaneros integrado, entre otros, por John Coxon, Bartholomew Sharp y William Dampier.
Los tesoros de Davis
Con su barco, el Bachelor’s Delight, Davis saqueó ciudades costeras españolas, como Guayaquil, en Ecuador, o León, en Nicaragua en 1685. Desembarcó en la bahía Chatham sus botines y los enterró en los alrededores. Muchos de sus hombres debieron hacer lo mismo, por lo que se cree que en esa zona hay enterrados varios tesoros menores. Davis amasó suficiente fortuna para retirarse temporalmente a Florida mientras estuvo en vigor la amnistía que el rey Jaime II concedió a los piratas. Después volvió a la piratería y desapareció misteriosamente alrededor de 1702. Se cree que terminó sus días en Jamaica y que no regresó a la isla a recuperar su tesoro. Acerca de la ubicación del tesoro de Davis sólo existen vagos y escasos datos.
En 1875 el marinero Bob Flower dio con uno de los tesoros menores de los hombres de Davis, al resbalar entre la maleza y caer por un pequeño desfiladero justo encima de uno. Salvo la vida y logró salir de ahí, pero no sin antes haber visto y recolectado unas monedas de oro. Tiempo más tarde intentó volver a aquel lugar, pero no dio con él.
El tesoro de Benito Bonito
Aquella remota isla también sirvió de escondrijo a otro pirata más de cien años después de la presunta muerte de Davis, el portugués Benito “Espada Sangrienta” Bonito. En 1819, Bonito se apoderó de un cargamento de oro que había partido del puerto mexicano de Acapulco y, al volver a Coco, lo escondió en la bahía de Wafer. Dos años más tarde el pirata murió en un enfrentamiento con un militar británico en las Indias occidentales y no pudo recuperar el tesoro.
Pero, a diferencia de Davis, Bonito dejó pistas sobre la situación del escondite. En 1880, el nieto de uno de los hombres que había navegado con Bonito enseñó el mapa de un tesoro a un aventurero alemán llamado August Gissler. Representaba una isla que el viejo pirata denominaba «Las Palmas». Gissler copió el mapa y, al cabo de ocho años, en Hawai, encontró otro. Comparando ambos, llegó a la conclusión de que la isla en cuestión era la de Coco.
Se fue a vivir allí y pasó diecinueve años buscando el tesoro. Durante ese tiempo padeció grandes penalidades, como el ataque de dos cruceros ingleses empeñados en apoderarse del posible botín. Los ingleses no encontraron nada y Gissler no tuvo más suerte que ellos. El único fruto de dos décadas de esfuerzos fue un doblón de oro y otras cinco monedas españolas de 1788. Gissler murió pobre en 1930, en la ciudad de Nueva York., tras jurar que no volvería a la isla después de un desafortunado accidente que acabo con la vida de su mujer.
Por una ironía del destino, en 1932, a los dos años de la muerte de Gissler, un ingeniero y zahorí llamado Clayton que utilizó para la búsqueda un detector de metales declaró haber hallado uno de los tesoros de Bonito. Según Clayton, el oro apareció más o menos en el lugar señalado en el mapa, lo que demuestra que al menos algunas cartas de navegación piratas son exactas.
excelente articulo, por aquí encontré un blog https://www.joya.life/blog/paraiso-recondito-la-isla-del-coco/ que habla un poco mas sobre este hermoso lugar
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